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  • Foto del escritorSelina

Fantasías y realidades

A propósito de la navidad.


Este es un tema que me encanta y que suele generar mucha polémica y controversia, sin embargo no pretendo que se genere conflicto con esto, más bien quiero dar a conocer mi opinión, la que se basa en la filosofía Montessori.


Cuando hablo de fantasías me refiero al hecho de afirmar y defender la existencia de cualquier personificación de animales o cosas, o de personajes que simplemente no existen. Entiéndase entonces como fantasías al ratoncito de los dientes, a Papá Noel, a cualquier objeto inanimado con rostro, al conejo de pascua, etc.



Durante los primeros 6 años de vida, la filosofía Montessori pretende mantener al niño dentro de la realidad y no incentivar a la fantasía. Pero…¿por qué?


La principal característica del niño a esta edad es, como le llamó María Montessori, su Mente Absorbente. Para el niño, todo lo que le rodea es integrado inconscientemente y de manera no selectiva. De esta manera se irá construyendo progresivamente su realidad. Cada experiencia, por más banal que pueda parecer a los ojos del adulto, comprende un aprendizaje nuevo. Será entonces de acuerdo a este aprendizaje cómo se formará su mente. Siendo esta etapa del desarrollo en la que se crea al ser humano, por lo que es fundamental la existencia de orden y claridad para la construcción de la realidad.


El entorno del niño y lo que le decimos día a día, formará entonces su realidad. Él lo creerá así. Si le decimos a nuestra hija una verdad, por ejemplo, que es una niña maravillosa y fuerte, ella así lo creerá. Será ésta entonces su realidad. Del mismo modo, si le decimos una mentira, por ejemplo, que existe un señor de barba blanca y traje rojo que entra por la chimenea y deja regalos durante la noche, ella se lo creerá. Será ésta su realidad.


Si la idea es permitirle al niño utilizar su imaginación, hay que considerar que -en el caso del ejemplo anterior- para el niño, Papá Noel es real. Éste no nace de su imaginación. El niño lo recibirá, creerá en él y lo integrará como parte de su realidad, sin discusión alguna. Realmente quien está imaginando somos nosotros, los adultos, quienes gracias a nuestro ya formado juicio de la realidad, tenemos la capacidad de discernir entre la realidad lógica y la fantasía. Les entregamos una idea y disfrutamos observando como ellos, carentes aún de dicha capacidad, creen en ella.


Hay veces en las que a los niños se les rodea con tantas fantasías, que no logran distinguir el límite entre éstas y la realidad.


Pero ¿qué pasa con la ilusión de la navidad? ¿qué pasa con la alegría que me genera recordar aquellas navidades de mi infancia?

La ilusión no depende de creer o no creer en este señor barrigón de barba cana, o en un ratón que colecciona dientes. Cuando somos niños la ilusión está precisamente en la realidad en sí. En los colores que adquiere la casa en fechas de navidad, en el hecho de decorar el un arbolito con toda la familia, en compartir con los abuelos, tíos y primos que han venido a casa, las canciones, la misteriosa cajita envuelta en papel que dice mi nombre, en entregarle el dibujo que le hice al abuelo…


La realidad ya es suficientemente asombrosa para la mente del niño. No hacen falta mentiras. Sobre todo si pretendo que la crianza y educación de mis hijos se basen en la sinceridad.


Sé que puede ser difícil entenderlo. Sobre todo si, como me pasa a mi, recuerdas estas fechas con tanta nostalgia. No es mi intención imponer nada a nadie. Personalmente al principio esta información me costó entenderla, pero a medida que la reflexionaba, cada vez me hacía más sentido.

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Vayamos más allá de lo que siempre se ha hecho.


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